viernes, 15 de agosto de 2014

El deporte de élite tiene mucho que enseñarnos para gestionar la complejidad

Acabo de publicar una reflexión en #TreepleA donde conecto cuál debería ser el papel de los financieros en las empresas y qué podrían aprender de los deportistas de élite. En una charla en la que hablaba de complejidad estaba un alpinista profesional. Y en el café me transmitió la idea. Parece que subir una montaña es una cuestión de fijar cuál es la distancia entre dos puntos y tratar de sortearla de la mejor manera posible. Pero eso de la mejor manera posible es realmente complicado. La subida está diseñada en etapas, esas etapas tienen una planificación muy detallada. Pero además, hay un gran espacio para los imprevistos y para tomar decisiones en cuestión de segundos (a veces decisiones de muchísimo riesgo y donde la vida corre peligro).

Como citaba en un artículo que escribí sobre el libro 'Reinicia' en Sintetia:
Toma decisiones pequeñas. Al igual que dividimos las tareas/proyectos en unidades pequeñas, tomemos pequeñas decisiones que, aunque no sean perfectas, nos permitan avanzar e ir creando algo grande. Siempre estaremos a tiempo de volver atrás y mejorar. Pero sin esas pequeñas decisiones no avanzaremos. Éste es el secreto del gran Ben Saunders, el explorador del polo norte: “objetivo inmediato, llegar a aquel trozo de hielo que está a unos metros”.
Esas decisiones 'pequeñas' esconden una complejidad terrible, requieren de una formación de máxima y una gestión de riesgos precisa. ¿Se imaginan a un financiero trabajando así en una empresa? Ya no viviría de anotar lo que ha pasado a través de una contabilidad, sino que tendría que actuar de forma proactiva para transformar su organización.

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