¿Qué pensarías si 6 de cada 10 euros que inviertes en una empresa nunca los recuperas? Sería francamente duro. Quizás la siguiente pregunta es, ¿y cuánto gano con los 4 euros restantes? Esa puede ser la clave, pero tiene que ser una ganancia muy grande, como para compensar una probabilidad de que perder todo tu dinero supere el 60%. Pues bien ése es el riesgo en invertir en jóvenes empresas de base tecnológica, altamente innovadoras, más conocidas con el nombre de startups. Los datos provienen de un estudio elaborado por Saul Klein a través de Index Ventures, cuya metodología y base de datos está siendo muy reconocida y difundida por los principales medios internacionales.
El propio Saul se pregunta sobre el origen del problema: ¿en el análisis del riesgo o en la falta de comprensión de la economía de la innovación? La complejidad se ha instalado en nuestra economía. Los ciclos de vida de los productos son cada vez más cortos, el acceso a la información es instantáneo, el talento compite a escala global y convertir una idea en una empresa que sobrevive, crece y es capaz de marcar una gran diferencia es algo tremendamente complejo. De hecho, el propio Saul estima que por cada 10.000 buenas ideas de negocio se crean 1.000 empresas, de las cuales 100 llegan a ser evaluadas en capital riesgo y tan sólo 2 lograrán salir a bolsa y, por tanto, tener cierto liderazgo.
Las reglas financieras tradicionales ya no sirven para evaluar los nuevos negocios, sobre todo aquellos disruptivos, focalizados en intangibles difíciles de copiar o donde los mercados no tienen unas normas claras del juego. En ese contexto, los financieros “más tradicionales”, por denominarlos de alguna manera, tienen grandes reticencias a evaluar estos modelos de negocio. No cumplen con las pautas básicas de cualquier analista de riesgo acostumbrado a realizar operaciones con mucha información (sobre todo histórica) sobre las compañías, los mercados a los que se dirigen y las posibilidades (o no de éxito).
En el caso de empresas con alta capacidad de innovación esto no funciona, porque como dice uno de los financieros más importantes que conozco, Aswath Damodaran, “si esperas a que la incertidumbre se resuelva antes de valorar una empresa, entonces será demasiado tarde”, tarde en el sentido de que puedes haber perdido una gran oportunidad de inversión. La incertidumbre estará presente en las empresas que se creen en el siglo XXI. Será difícil saber qué nuevos mercados, qué nuevas posibilidades y, por tanto, qué nuevas empresas surgirán y cuáles desaparecerán en el intento. Para invertir en este contexto no es verdad, como dice el propio Damodaran, que resulte imposible valorar este tipo de compañías. Sino que se trata de valoraciones distintas, que asumen el riesgo como algo inherente, donde la narrativa y el análisis de las posibilidades de futuro van de la mano, donde se evalúan los equipos, los distintos escenarios (en precios, en costes, en competencia,...) y, con ello la necesidad de cambios continuos en los modelos de negocio.
En definitiva, la economía de la innovación necesita una mayor sofisticación en la forma en la que hacemos nuestros análisis financieros. Las reglas para invertir se van complicando, y las finanzas tienen mucho que decir en este nuevo escenario de juego. El futuro de nuestras economías depende mucho de ser capaces de evaluar estos riesgos y tomar decisiones de inversión lo más fundamentadas posibles, dentro de estos escenarios de complejidad e incertidumbre. Es una tarea apasionante. Quizás por ello en #CiesFinanzas nos dedicamos a ello en cuerpo y alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario