lunes, 10 de diciembre de 2012

La asfixia industrial de Asturias

La Nueva España me publica un artículo sobre el problema industrial de Asturias y la sequía del crédito...y del conocimiento.

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La idea se extiende a pie de calle y en las redes sociales: Asturias se desindustrializa. Expedientes de Regulación de Empleo (ERE), cierres, concursos y despidos en la industria asturiana están presentes en los medios y las conversaciones de los asturianos. ¿Cómo es posible que una crisis de raíces inmobiliarias tenga tanto impacto en una Comunidad como Asturias, donde no teníamos precisamente esa especialización?
Desde luego existen muchos factores, de los que me gustaría destacar dos: (i) el sistema financiero está asfixiando a la industria española. Y, (ii), Asturias está pagando muy severamente no tener un tejido empresarial más especializado en la producción de bienes y servicios que incorporen tecnología y conocimiento al mercado para diferenciarse.

Respecto a la asfixia financiera. El sistema financiero español se ha especializado en una tipología de crédito con un fin muy concreto, el hipotecario, para financiar la adquisición o construcción de viviendas. Actualmente las empresas y las familias españolas deben a los bancos 1,7 billones de euros. De esos, 6 de cada 10 euros están vinculados a la construcción.

¿Y qué tiene que ver esto con la industria asturiana? Las empresas promotoras españolas deben a los bancos la friolera de 378.000 millones de euros, según el Banco de España, el equivalente al 36% del PIB. ¿Cómo va a devolver un sector empresarial, cuyas ventas y beneficios no existen, un montante así de deuda? La respuesta es... que difícilmente. La banca ya tiene más de 100.000 millones de euros contabilizados como de dudoso cobro de los préstamos a esas promotoras. Si la morosidad en España se multiplicó por 10 desde el comienzo de la crisis, en la construcción se multiplicó por 110.

La lección es clara: aquellas actividades tan “seguras” y que tan fácilmente se financiaban por nuestros bancos han resultado ser las de mayor riesgo y toxicidad (en términos de morosidad) de España. Y esto ha contaminado las posibilidades de financiación del resto de actividades de nuestra economía: la industria, los servicios y la agricultura.

La crisis ha reducido el crédito disponible y los mercados han puesto freno a nuestra “gula” de deuda. Pero, ¿cómo se frena? La deuda de la construcción en España se incrementó en casi un 700%, desde el año 2000; mientras que la deuda de la industria aumentó en tan sólo un 91%. Desde diciembre de 2008 el crédito se ha reducido en un 6%. ¿En cuánto se ha reducido la deuda en la industria? Pues en casi 5.000 millones de euros, aproximadamente un 11%, y un 18% en el sector agrario.

Es decir, el sistema financiero no sólo se especializó en conceder préstamos a la construcción sino que, a la hora de no renovar pólizas de crédito, reducir préstamos, cancelar líneas para operaciones de importación/exportación o, simplemente, descontar pagarés, la banca ha elegido a la industria. ¿Qué pensaría si le dijera que hay empresas asturianas con un importante número de pedidos sin atender porque no tienen financiación para comprar materia prima? ¿O empresas que no pueden exportar porque les falta el “aceite” financiero necesario, a pesar de tener clientes, contratos y posibilidades comerciales?

La sequía del crédito industrial está lastrando las relaciones entre proveedores y clientes. Nadie se fía de nadie, se paralizan las actividades productivas y se aceleran los despidos. La banca española está contaminada de activos inmobiliarios con mucha morosidad potencial, tienen serias dificultades para acceder a crédito en los mercados internacionales y, ahora, no sólo hay menos posibilidades para que desarrollen su negocio -prestar dinero-, sino que además las condiciones son peores y lastran el desarrollo de actividades industriales, con mucha menor toxicidad y más posibilidades de generar crecimiento.

Resulta curioso que el primer paquete del rescate bancario, de nada menos que de 37.000 millones de euros, no vaya a parar a generar más liquidez en el sistema productivo de España, sino que su destino sea “limpiar” parte de sus activos tóxicos.

Asturias cuenta con una tradición industrial y empresarial muy especializada pero con poca propensión a la inversión en actividades de conocimiento. Parecía que esta tendencia se iba a romper. Durante la década de los 2000, parecía emerger una red de centros tecnológicos, públicos y privados, que sólo en el año 2010 lograba más de 2.500 contratos con empresas para actividades de innovación; en los programas internacionales, las empresas asturianas ya empezaban a tener una participación (aún pequeña, pero positiva) en I+D. Se fue creando una red de clusters y de iniciativas privadas, con fomento público, y todo indicaba que se estaba tupiendo un cambio en la forma de abordar los procesos productivos; las estadísticas así lo indicaban. 

Pero los resultados son insuficientes: por ejemplo, mientras una empresa vasca destina en torno a 1.100 euros por empleado en actividades de I+D, una asturiana destina 250 euros. Asturias no tiene una especialización manifiesta en actividades de alto valor añadido, tenemos dificultades para tomar aviones y vender productos diferenciados en cualquier parte del planeta y aún tenemos un gran recorrido en la forma en la que el conocimiento crea raíces en la-forma-de-hacer-las-cosas.

Hoy nadie habla del conocimiento y la tecnología como palanca para reactivar el tejido empresarial asturiano. Se están tumbando actividades en incipiente desarrollo que sobreviven con gran incertidumbre y sin apoyo político claro y manifiesto. Estamos inmersos en recortes de líneas de financiación que, comparativamente, son ridículas con otras regiones más dinámicas y punteras, las cuales están sorteando mucho mejor la crisis actual. Urge actuar en este campo de forma inmediata: si no se bombea liquidez financiera y conocimiento al tejido empresarial asturiano, corre el peligro de morirse de asfixia.

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