Continuando con mi entrada anterior he escrito un segundo post acerca de Gary Hamel donde me centro, fundamentalmente en algo que me preocupa cada vez más y son los valores. ¿Qué ocurre con los valores de las empresas, de los trabajadores, de los profesionales, de la ciudadanía? Sin una vuelta a los valores, a trabajo duro, al esfuerzo y al cultivo de la voluntad por mejorar, será difícil afrontar esta crisis.
A continuación os dejo con Un nuevo management para una nueva época (II):
Todo esto es muy duro y difícil de gestionar. Sobre todo para ejecutivos que han creado una empresa que parecía que sólo podía hacer una cosa: crecer y vender más y más. ¿Y ahora qué? Por eso quiero continuar con mi culto al nuevo Management y a la escuela que ya está creando el propio Gary Hamel (aunque no sólo él).
Hemos aprendido una lección muy importante, y que
tenemos que empezar a poner en práctica desde el minuto uno: “vivimos y viviremos aún más en un mundo
donde es improbable que el futuro refleje el pasado”. El parámetro que
realmente importa (para no caer en el sesgo del corto plazo, cuando estamos
bien y creemos que siempre será así) es el coste de la adaptabilidad de cada
decisión: “¿cómo nos puede limitar esta
decisión? ¿dónde reduce nuestros grados de libertad? ¿cuánto nos costaría
salir?”.
O somos adaptables y creamos organizaciones que nos
lo permitan ser, o estamos condenados a sufrir. Una compañía adaptable lo es
cuando “la reversibilidad se convierte en
una variable fundamental a utilizar cuando las cosas empiecen a no funcionar”.
Si no hay vuelta atrás, o es muy costosa, tendremos ajustes con altos costes
personales y económicos. Por lo tanto, es clave trabajar en cómo ganar esos
grados de libertad e ir surfeando la ola, venga por donde venga y tenga el
tamaño que tenga.
Hay, en este sentido,
una idea clave que pone en cuestión ciertos “fundamentos”. Lo decía Steve Jobs o el propio Guy Kawasaki, los emprendedores visionarios
cuando empiezan a crecer y a tener “éxito” tienden a pasar el testigo a
gestores, muy bien formados, que les gusta la burocracia y el férreo control y
que son capaces de “mejorar la organización”, pero no logran hacerla
“diferente, reinventarla de forma continua”...malas estructuras organizativas
conducen a renunciar a lo que nos hizo jóvenes, frescos, distintos.
Y es que, como los seres humanos, las empresas
también pueden padecer cáncer. Es más, está más extendido de lo que creemos. Un
cáncer es algo difícil de diagnosticar al principio -los síntomas no son muy
apreciable- pero detectarlo a tiempo y empezar a tratarlo es algo fundamental.
Si se extiende, te mata. ¿Cómo preparar una organización para detectar el
cáncer? ¿Con complejos sistemas informáticos?¿Con miles de reuniones semanales
y con informes y unos cuantos Power Point? Gary Hamel aporta 3 ideas, pero
todas ellas afectan de lleno a la pieza clave de toda empresa, las personas. Y
por eso sus aportaciones, sobre todo dirigido a los “ejecutivos”, son:
1.
Ser humilde.
Las creencias de la industria son hipótesis, no mandamientos. Por lo tanto,
están y deben ser objeto de rectificación. Cuando escuches eso de “así es como funciona en este negocio...”
contrarréstalo con un “¡hasta que deje de
hacerlo!”. Ésta es una lección que aprendemos, en todos los sectores, casi
todos los días. Otra cosa es que queramos o no reconocerlo.
2. Ser
honesto. Busca hechos incómodos, no
los escondas, compártelos con el resto de la organización, con tu entorno.
Aunque no te resulte fácil y atractivo, si duele, si te hace sudar...estás en
el buen camino. “Pon en un podio a los
disidentes de tu organización”...valora a los que vienen con ideas
incómodas, pero trabajadas y convincentes. Porque “un líder tiene que hacer frente al futuro, no desacreditarlo”.
3.
Mantén la misión como un bien supremo. No confundas los medios con los fines. Tu propósito
tiene que estar en todo lo que haces, ser creíble. Los hechos tienen que hablar
por ti y no puedes “prostituirlos”. Eso de “el cliente es lo primero” y tener
los baños sucios y ponerle mala cara...no puede ocurrir...¿Qué valores supremos
definen a tu empresa? ¿Para qué luchas, sudas y trabajas todos los días y
quieres que el resto haga lo mismo? ¿Por qué haces lo que haces además de por
el dinero?
Una primera
regla para mantener el éxito es abandonar las cosas que no lo son. Pero aquí ya entramos en conflicto con las decisiones
pasadas que te anclan. ¿Y si no vendo esta máquina que he comprado porque tenía
una subvención del 20% pero que ahora no la necesito y tengo que devolver el
80% al banco y no tengo liquidez para otra cosa..? ¿Cómo prevemos evitar caer
en estas situaciones? ¿Cómo auto-diagnosticamos nuestra propia estrategia? Hay
tres ideas fuerzas de las que parece que es difícil escapar:
1.
La gravedad gana. Ninguna compañía puede funcionar mejor que la media de forma indefinida.
En los negocios, como en la biología, las cosas grandes crecen más despacio. “El crecimiento se hace más lento a medida
que el mercado se vuelve más maduro y los beneficios de la productividad son
más difíciles de conseguir cuando el cuchillo rasca más cerca del hueso”...,
es decir, cuando llegan los rendimientos decrecientes entre inversión e
ingresos.
2.
Las estrategias mueren. ¿Por qué? Porque se pueden copiar, reemplazar o
simplemente porque los clientes poderosos o la competencia puede acabar con esa
estrategia. Esto sucede más a menudo de lo que creemos y es clave analizar
indicadores adecuados (próximo post).
3.
El éxito corrompe. Existen factores humanos y organizacionales que prostituyen los
valores, la frescura, la juventud adquirida en algún momento. ¿Cuáles son?
Algunas ideas:
:: El uso
constante de un “pensamiento defensivo”. Esto ocurre cuando aquellos ejecutivos que alguna vez desafiaron el
statu quo, que arriesgaron y fueron valientes, ahora lo defienden... Ahora que
somos grandes...que no nos dejen caer, que mantengan nuestros privilegios
¿sabes de que hablo, no?
:: Sistemas
inflexibles. Preocúpate cuando veas
a una empresa que pasa de la innovación a la mejora...o de la exploración a la
explotación. Cuando la disciplina, la obediencia y el cumplimiento exhaustivo
de las normas es el foco principal...el cáncer se empieza a extender...La eficiencia, mal gestionada, puede matar
tu capacidad de adaptación y con ello sacarte del mercado.
:: Modelos
mentales fosilizados. Esto es quizás
el mayor combustible al cáncer de una organización. Cuántas veces has oído eso
de...”hasta ahora mira qué bien nos ha
ido...es una mala racha que pasará”... “las
cosas siempre se han hecho así y han funcionado” o “¿vas a desafiar tú a una industria?”. El mayor problema de todo
esto es que, como dice, Hamel “el éxito genera dogmas, doctrinas” y
salirse de ellas es muy difícil. Antes de ello, parece que preferimos la
muerte. El problema del dogma y de “creerse el gallo del corral” precedido de
un éxito “pasado” es que esta tipología de ejecutivos se dedican a matar, sin
compasión, toda idea nueva que desafíe el statu quo. Estos “killer” son
verdaderos tapones para progresar en una empresa.
Durante esta crisis, el peso de la caída de las
ventas y beneficios está haciendo que alguno claudique (¿a qué coste?) y se de
cuenta de sus errores -aunque siempre habrá un tercero a quien reprochárselo-.
No obstante son muy peligrosos cuando están creciendo y “todo está vendido”,
son los típicos a los que nadie les “tose”, que impiden “discutir y cuestionar
nada mientras haya datos positivos”.
:: Recursos
abundantes. Algo hemos aprendido
durante este boom de crecimiento sin precedentes, alimentado con la gasolina
crediticia, y es que cuando hay “abundancia”, aunque sea una percepción más que
una realidad, te conviertes en perezoso. ¿Para
qué voy a pensar en ideas nuevas cuando estoy vendiendo y todo me va bien?
¿Para qué voy a enfrascarme a romper el puzzle de mi modelo de negocio y testar
nuevas opciones si mi cuota de mercado sigue creciendo?
También suele ocurrir que los “líderes del mercado”
(en un momento determinado) piensan que con la abundancia de sus recursos
pueden invertir más en marketing o en cualquier cosa más que sus rivales y eso,
sin más, ya es suficiente. En cambio, Hamel lo simplifica todo con una
expresión muy precisa: “los recursos superiores no superan a una
estrategia superior”. Así que o trabajas en la estrategia y sales de tu
confort y abundancia, y trabajas en la zona del “dolor”, o perderás tu salud
organizativa.
:: Satisfacción
y derechos adquiridos. En este
ámbito también resulta muy habitual, cuando hablas con emprendedores de éxito,
creerse que estabas predestinado a ese éxito y que como te ha ido bien antes,
ya no te puede ir mal. Parece que una vez creado algo, ya sólo hay que
gestionarlo..pero eso está lejos de la realidad. “Se necesita mucha más
imaginación y valentía para construir algo que para dirigir algo, y quizás más
esfuerzo para cambiar algo...un punto en el que los burócratas de carrera rara
vez suelen comprender”.
La arrogancia y la complacencia de muchos directivos
pueden crear una metástasis del cáncer en cualquier organización. Me duele
pensar que empresas están tomando decisiones en 2012 que deberían haberse
tomado hace 6/7 años. No sólo tomamos decisiones “hacia adelante” sin asumir el
coste de la reversibilidad, sino que también nos cuesta asumir que esa demanda perdida no volverá, al menos la
misma y en las mismas condiciones.
Tenemos que asumir la dureza de que, más veces de las
que creemos, “cuando las organizaciones
mueren, lo hacen por suicidio, tanto por las decisiones tomadas como por las no
tomadas”. No podemos olvidar que “toda
organización debe volver a ganarse continuamente su derecho a existir, ya sea
un instituto público de nuestra ciudad o la General Motors”. Mal vamos, y
ahora mismo estoy pensando en muchas empresas del sector bancario, cuando su
longevidad depende más de la protección que de su capacidad de resiliencia.
¿Bajo qué
principios están forjadas nuestras empresas? Cualquiera de nosotros los reconoce: el control, la disciplina, la
responsabilidad, la fiabilidad y previsibilidad. Pero, ¿esto suficiente? Sobre
la base de los trabajos de Maslow, Gary Hamel propone 6 niveles de capacidades humanas, que se muestran gráficamente a
continuación.
La obediencia es necesaria y la podemos hacer cumplir
(si no vas a trabajar te despido). La diligencia ya es más difícil, pero es una
capacidad que se puede incentivar para crear empleados que trabajan duro por
satisfacer (ciertos) objetivos. “No se puede construir una organización
ganadora con empleados indolentes”. Es claro que la experiencia es un grado, y
a veces un grado imprescindible. Toda
gran organización que se precie quiere a los más formados, a los más
experimentados y a los que estén con “hambre” por saber más y llegar más alto.
¿Dónde está el problema? “Que la obediencia, la diligencia y la competencia se están
convirtiendo en bienes de consumo globales”. Cada vez es más difícil
diferenciar a las empresas o a las instituciones sólo por estas tres
capacidades humanas. Tener trabajadores
puntuales, que sepan desempeñar sus tareas y que tengan buenos incentivos
económicos es cada vez menos diferenciador. Son mínimos indispensables para
sobrevivir. Y si estamos especializados en tareas muy automatizadas (tocar el
botón), se abre la puerta para que personas formadas en cualquier parte del
planeta las pueden hacer, y siempre hay alguien que tiene un coste menor que tu
empresa.
Se necesita un paso más, algo que cree organizaciones
singulares. ¿Qué más? Hay que escalar en esa jerarquía de capacidades. El nivel
4 es la iniciativa. Existe una gran
diferencia entre tener o no trabajadores que ante un problema actúen, vean una oportunidad de mejora y que no
esperan a que le digan qué es lo que tiene que hacer. Si a esta iniciativa
se le une la creatividad, subiremos
de nivel, porque en este caso tendríamos empleados que “están a la caza de grandes ideas para desafiar lo que tienen entre
manos en su día a día”, y mejorar con ello toda la organización. En la cima de estas capacidades humanas
está la pasión. Cuando se logra que
los “empleados sientan su trabajo como una vocación, como una manera de
establecer una diferencia positiva en el mundo”, algo grande, sorprendente, se
puede construir a partir de ahí. “En una organización donde prima la
pasión, los empleados no están presentes
sino comprometidos”.
¿Cómo se escala de la obediencia, la diligencia y la
experiencia a la iniciativa, la creatividad y la pasión? ¿se escala a través
del dinero? La iniciativa, la
creatividad y la pasión son dones, no los puedes comprar. Las personas
deciden (inconscientemente, la mayoría de las veces) si van a ir equipados de
estos dones a trabajar o no. Y es ahí donde entra el gran reto de los líderes,
de los que emprenden, de los que quieren crear algo de futuro.
“Hoy la tarea más importante para cualquier gestor
consiste en crear un ambiente de trabajo que inspire una contribución
excepcional; que justifique un flujo de pasión, imaginación e iniciativa” Su trabajo como ejecutivo no sólo está en pagar la
nómina y definir las tareas (y medirlas y optimizarlas), hay que ir más allá.
Hay que crear un ecosistema interno que extraiga lo mejor de cada uno de
nosotros. Burocracias absurdas, rigidez de protocolos, normas que se acumulan y
solidifican y mantener el statu quo
por encima de todo, no ayudan a crear estos ecosistemas, más bien los
destruyen.
¿Y por qué me cuentas esto ahora? Ahora que tenemos
las empresas “destrozadas” lo urgente es sobrevivir, ¿para qué necesito estos
discursos? Pues por una razón muy sencilla. ¿Tienes que reinventarte, sobrevivir, crear desde las cenizas donde te
encuentras? Pues usa lo que tienes ahí, a tu lado ¡Usa a tu equipo! No vas
a resolver tus problemas llamando a una empresa que te diga qué mejorar (y
pagarle una gran suma de dinero) o refinanciando 2 años más tu deuda. Necesitas
algo más...y hay algo que no cuesta
dinero, sino esfuerzo, humildad y ciertas habilidades: trabajar con tu
equipo, con las personas que aún mantienes, que saben, que tienen experiencia y
están formadas. Que están desmotivadas, que se ven en el pozo (como tú), pero
que quieren luchar por su futuro (como tú). Alíate con ellos, escucha, cede
responsabilidad, abre tu mente y trata de encender la chispa de la imaginación,
incitativa y pasión que todos (sin excepción) tenemos. Si das ese paso, igual
esas cenizas son, en realidad, carbón vegetal...
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