El último libro de Gary Hamel me ha inspirado una gran motivación por seguir aprendiendo, descubriendo y aplicando nuevas formas de pensar en cuanto a cómo concebimos los negocios. En Sintetia he escrito ampliamente sobre algunas de sus implicaciones más importantes. Mis reflexiones las he partido en dos artículos, el primero de ello es: Un nuevo management para una nueva época (I):
Dice el prefacio de la obra: “Éste
libro representa un apasionado alegato destinado a reinventar la gestión
empresarial tal y como la conocemos [...] No es una celebración para aquellas
empresas que hasta ahora han realizado un gran trabajo [...] Es un anteproyecto
para crear organizaciones adaptadas para el futuro de los seres humanos”.
El primer fundamento es que “En
un mundo de certezas rotas y confianza socavada, algunas cosas importan más que
otras”.
Por ello, la primera clave en que
trabajar es la respuesta a la pregunta: “¿Cuáles
son las cuestiones fundamentales que determinarán si su organización prosperará
o se hundirá en los próximos años?”. La respuesta a dicha pregunta tiene
condimentos que sorprenderían a nuestros abuelos o bisabuelos... pero lo preocupante
es que también sorprenden a muchas personas de la empresa de hoy.
El centro del cambio de toda organización y de toda sociedad está en las
personas: en su
libertad, en el uso de su talento, en su capacidad para visualizar y ejecutar
soluciones a problemas complejos y difíciles de abordar. Y ese talento y esas
capacidades no se desarrollan de forma óptima en el modelo de gestión al que
estamos acostumbrados. Se precisan nuevas fórmulas, y ahí es donde se centran
los trabajos de Hamel, verdadero combustible intelectual para esta época
convulsa.
Los amantes de la libertad y del
individualismo solemos citar a Adam
Smith o Ayn Rand,
pero Hamel recuerda una salvedad
clave que nunca hemos de olvidar. “Como
sucede con la fisión nuclear, el interés propio funciona sólo en la medida en
que exista un vaso de contención: un conjunto de principios éticos que asegure que el interés propio ilustrado no se
funda hasta convertirse en simple egoísmo [...] Hoy, el agua subterránea de los
negocios se encuentra excesivamente contaminada por el desagüe superficial de
la ‘egomanía’ con anteojeras morales”.
Valores, responsabilidad y
humanización de las empresas para desarrollar los nuevos instrumentos con los que
transformar la realidad: éstas son las claves en las que se fundamenta el nuevo
Management. Y es que “en los próximos
años, una compañía sólo será capaz de preservar sus libertades si adopta una
visión nueva y más elaborada de sus responsabilidades”.
Será de vital importancia exponer
los valores que han de perdurar y trabajar en los mismos. “Las contribuciones extraordinarias nacen habitualmente de un apasionado
compromiso con los valores humanos intemporales, como: belleza, verdad,
sabiduría, justicia, caridad, fidelidad, alegría, coraje... honor”.
Por todo ello, la máxima que todos hemos
de intentar llevar a la práctica es “la
imperativa y ética tarea de humanizar el lenguaje y la práctica empresarial”.
La importancia de estas ideas se harán evidentes en cuanto intentes responder a
la siguiente pregunta:
¿Por qué los ideales que más nos importan a los seres humanos a nivel
personal son precisamente aquellos significativamente ausentes en el discurso
directivo?
Nos encontramos en un momento de la
historia en el que una empresa que no “explota
una discontinuidad o tiene dudas porque podría poner en peligro su querido
modelo de negocio, acabará siendo la víctima y no el ejecutor”. El miedo al
cambio y a lo desconocido establece sistemas burocráticos y jerarquizados que
frenan y matan modelos de negocio continuamente. Por esta razón, Hamel plantea
cinco preguntas clave para aprovechar el potencial de las discontinuidades que
emergen por el mundo:
1. En el campo de la cultura, política
o de la tecnología, ¿qué cosas ha leído, visto o experimentado en los últimos
meses que le han resultado sorprendentes, confusas o desconcertantes?
2. ¿Cuáles de estas anomalías parecen
haber contado con cierto impulso? ¿Se acelera dicha tendencia?
3. Es fácil identificar
discontinuidades mirando hacia atrás. Pero, si pasamos la película hacia
adelante, ¿cómo visualizarías esas discontinuidades?
4. ¿Cuáles de esas discontinuidades no
son, aún, tema de conversación en su industria?
5. ¿Cómo podrías aprovechar esas
discontinuidades para diferenciarte de tus competidores?
Entrena a tu equipo, a ti mismo y a toda tu red para resolver constantemente
preguntas y detectar oportunidades en las que adentrarse. Hacerlo te puede colocar en una
buena posición para surfear la nueva ola del progreso. ¡Aprovéchalo! Si quieres
surfear la ola desde la arena, seguro que no llegarás. Para marcar la
diferencia, hay que meterse en el agua y detectar cuándo viene y cómo la tienes
que sortear.
Esta forma de percibir la realidad
no es cómoda, pero ¿por qué asumimos que habría de serlo? ¿Cuántos aspectos de
tu modelo negocio han cambiado en los últimos 5 años? Probablemente muy pocos.
¿Por qué? ¿Lo impide alguna ley física o se trata, como argumenta Gary Hamel, de
nuestra desmesurada “devoción por los precedentes”?
¿Cuántas empresas familiares no se atreven a tocar nada de lo que hacían sus
padres o abuelos por el “peso del miedo”,
la responsabilidad y la incertidumbre? ¿Cuántas veces optamos por quedarnos
en la orilla y esperar la ola que llegará sin fuerza para surfear sobre ella?
Algunas empresas ven y explotan oportunidades
donde otras no son capaces. ¿Por qué? La investigación sobre este tema ha
puesto de relieve un hecho: “los innovadores tienen una manera distinta de
observar el mundo; han
desarrollado un conjunto de hábitos perceptuales que les permiten atravesar la
niebla de ‘lo que es’ y visualizar aquello que podría ser”. ¿Por qué? ¿Se
puede lograr eso en un sistema clásico de organización que es predecible,
fiable, controlador y disciplinado con las personas? La respuesta parece ser
que no; hemos de lograr humanizar las
empresas, abrirlas, apasionarlas y convertirlas en un organismo vivo que
detecte oportunidades constantes.
Son las personas las que crean, y
convierten un trozo de mármol en una escultura. ¿Cómo detectar si hay personas
así en una compañía? Hamel propone evaluar el diseño de lo que producen. El
diseño “es algo difícil de definir, pero
una cosa es clara, el buen diseño se reconoce en cuanto se ve”. Un buen
diseño provoca una especie de “reacción
visceral”, de atracción, te cautiva, porque es:
1. Absolutamente inesperado
2. Asombrosamente competente
3. Estéticamente exquisito
4. Visualmente cuidadoso
¿Y qué es el anti-diseño? Empaquetar
todo lo empaquetable; usar letra pequeña e ilegible; el lenguaje farragoso; un
menú de centralita que convierte la solución de un problema en una tarea
titánica para el cliente. ¿Nos suena? El
diseño, el cuidado de los detalles está en todo lo que nos rodea: desde un producto
de alta tecnología a la cafetería en la que nos tomamos el café de la mañana.
Hamel, citando a Tim Brown, de IDEO, explica que “el poder de un gran diseño está subestimado
[…] Históricamente, los gestores
concebían el diseño como un pequeño recipiente de polvos de hadas que podían
espolvorearse encima de los productos para embellecerlos (...) en cambio, el diseño debería de considerarse como
una disciplina fundamental que produce clientes demencialmente fieles y
márgenes sustanciosos”.
Haz un “reset” y colócate en modo “pensamiento de diseño”, y la
concepción de tu idea, de tu proyecto o de tu compañía consolidada será
distinta. ¿Cuál es la esencia del pensamiento de diseño? Tim Brown lo sintetiza
de forma brillante: “A través del
‘construir para pensar’, en lugar de ‘pensar para construir’, una organización
puede acelerar notablemente su ritmo de innovación”
Para lograr que esto ocurra en su
empresa, has de crear el clima necesario para que la experimentación
intelectual de los empleados sea un fenómeno habitual. Es imposible generar
avances importantes a menos que la gente esté dispuesta a explorar nuevas
opciones de forma “poco ortodoxa”.
Experimentar, probar, testear, de
forma continua y barata. Ideas también expresadas por José Antonio de Miguel respecto a la nueva
forma de abordar proyectos empresariales en modo “lean”. El “construir para
pensar” de Tim Brown nos ha de llevar a técnicas como las del prototipado
rápido y barato como forma eficaz de trasladar una idea a algo tangible que te
ayude tanto a pensar sobre qué quieres, como a mostrar que hay algo más que un
papel. ¡Probemos! Existen ya muchos centros tecnológicos completamente
especializados en la sofisticación de estas técnicas, que mostraremos dentro de
poco tiempo en Sintetia.
Quédate con una frase de Hamel: “el
diseño tiene que ver más con la empatía que con el genio, y, a menudo, son las cosas insignificantes
las que marcan la mayor diferencia para los consumidores”. Anota estas
ideas, juega con tu puzzle profesional... y responde a una pregunta clave que
te hará avanzar:
¿Cuáles son los pequeños e inspiradores placeres que podrías brindar a
tus clientes sin casi ningún coste adicional? Encuéntralos, ¡y triunfarás!
En el ADN de toda empresa tiene que
estar su capacidad de adaptación. La
clave no es una ventaja competitiva en un momento determinado, sino el mantener
la compañía “en órbita”. Por eso la gestión del cambio tiene que ser algo
habitual y no traumático. “El Santo Grial
del cambio sin trauma se encuentra en su abordaje de forma automática, espontánea y reflexiva”.
ADAPTACIÓN es
la cualidad empresarial (y personal) más importante de nuestro tiempo. Y
entrenarla requiere trabajar en las actitudes mentales, las motivaciones intrínsecas,
en sistemas de gestión que no estorben y desgasten, y en empoderar
comportamientos, actitudes e ideas que quieran, de forma constructiva,
reinventar la realidad del momento.
Una compañía adaptable, configurada
para gestionar cambios continuos de una forma poco traumática, es menos volátil
y es más creíble para los inversores, porque están siempre colonizando nuevos mercados, abiertas al talento y con un grado adicional
de empatía con sus clientes.
Los modelos de negocio no son
eternos; saber cómo cambiarlos en “modo automático” y gestionar la entropía
requiere desarrollar nuevas capacidades empresariales. Hamel nos invita a subir
el escalón. Lo hemos hecho bien en Management
para ser eficientes, pero ahora, además de la eficiencia, necesitamos la
resiliencia. Lo que hemos aprendido para ser eficientes puede chocar con lo
que necesitamos para ser resilientes, creativos y líderes de una transformación
continua.
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