Los condimentos de mi vida
profesional últimamente tienen un denominador común complejo que creo me están
llevando a algún sitio, espero que positivo.
Elevadas inversiones, financiadas
con deuda en su mayoría de las veces; instalaciones con un uso por debajo del
50% de su capacidad; lo que antes parecía competitivo y fácil de vender ahora
es misión -casi- imposible (se vendía casi a golpe de llamada, hasta el punto
que hay empresas que distorsionan los conceptos, en vez de decir “salí a
vender” se dice “no entran pedidos”).
Caídas de productividad, falta de
motivación en los ejecutivos que antes eran “estrellas mediáticas”, donde las
negociaciones con los comités sindicales se centraban en subidas salariales y mejorar
los derechos de los trabajadores “ante la carga de trabajo”, ahora los
encuentros “empresa/trabajadores” (¿como si fueran dos entes distintos?) se han
convertido en un arma de destrucción masiva de la motivación de los
trabajadores.
Expedientes de regulación de empleo en el que se incluyen todo
tipo medidas: despidos, reducciones de jornada, cambios de actividad dentro de
la compañía, reducciones de complementos, de salarios...y la cosa se pone tensa
cuando hay impagos de nóminas y los trabajadores empiezan a estar al límite.
De
la misma manera, familias de empresarios en apuros, embargados y que han visto
cómo sus criaturas profesionales o fallecen o están en proceso de cáncer
galopante.
Ante estos desafíos, en InstitutoCIES con mucha energía, motivación y entrega, tratamos de unir nuestra energía y capacidad con las empresas para forjar buenas estrategias y ayudar a afrontar estas dificultades. Trabajamos duro con nuevos modelos de negocio, nuestras estrategias financieras, nuevas ideas para buscar crear valor donde ahora no lo creamos. Un trabajo apasionante para unos momentos realmente difíciles.
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