En uno de mis capítulos favoritos del Ala Oeste de la Casa Blanca, el presidente,Josiah Bartlet, regresa de un viaje a la India, origen del ajedrez, su juego favorito, donde se encuentra con un conflicto entre Taiwán y China. El capítulo resulta sumamente instructivo y apasionante para quienes nos gusta pero no dominamos el ajedrez, siendo el momento álgido las dos partidas que el presidente, Premio Nobel de Economía – recordemos que es una serie de ficción-, juega de noche simultáneamente con dos de sus colaboradores en habitaciones separadas, mientras iba y venía de la Sala de Operaciones donde se jugaba la “otra” partida de ajedrez, el conflicto real.
Estados Unidos apoya las elecciones democráticas en Taiwán mientras China no; pero, a la vez, Estados Unidos no quiere enemistarse con su principal socio comercial. China pretende que Estados Unidos detenga su venta de armas a Taiwán, especialmente las más sofisticadas, para impedir que Taiwán tenga un ejército propio moderno. Al final, el presidente Bartlet logra, en una jugada maestra –recordemos de nuevo que es una serie de ficción-, apoyar a Taiwán sin que China se ofenda. Todo ello narrado y explicado a medida que juega con sus colaboradores al ajedrez. Acabas el capítulo con unas tremendas ganas de seguir aprendiendo de ese maravilloso juego (¿o se trata de algo más?) que es el ajedrez.
Repasé este capítulo justo tras acabar de leer el libro de Miguel Illescas, “Jaque Mate. Estrategias ganadoras del ajedrez para aplicar a tu negocio”. Un libro fresco, cargado de ideas y directo a la esencia de lo que quiere transmitir. No has de ser experto en ajedrez para leerlo; es más, es posible que, si no sabes de ajedrez, te sorprenda y lo disfrutes aún más. Habla de valores, de esfuerzo, de voluntad y creatividad. Describe el sentido práctico del respeto, la humildad y de las formas de abordar la complejidad a la hora de adoptar decisiones difíciles, como las que a menudo ha de tomar Bartlet en la serie televisiva. El libro me ha sorprendido y enganchado, lo que me ha llevado a pedir a Miguel que nos conceda una entrevista para los lectores de Sintetia, y poder así ahondar más en algunas de sus brillantes ideas.
En este artículo me gustaría compartir algunos titulares de las notas que he tomado leyendo el libro. Allí donde dice “ajedrez”, invito a cada cual a sustituir dicha palabra por el campo que a cada uno le interese profesionalmente -medicina, economía, abogacía, fontanería…
:: Entrenar la voluntad. Ser un maestro del ajedrez no se puede lograr sin una voluntad de hierro. Una voluntad que hay que entrenar. No se trata de estar delante del tablero pensando. Se trata de ejercicio físico, de levantarse todos los días con un propósito claro, con determinación, alimentación, estudio y capacidad de sacrificio. Si no tienes entrenada la voluntad, si te desanimas ante lo que “no te gusta hacer”, si pospones sistemáticamente tus entrenamientos y las excusas minan tu determinación, estás perdido/a.
:: Mantén a raya tu autocontrol. Una partida no se gana en una sola jugada, hacen falta muchas. La precipitación es una gran enemiga para lograr el éxito en lo que nos proponemos. Del mismo modo, no podemos paralizarnos analizando un problema de forma indefinida: el tiempo es fundamental. Por ello hemos de mantener un profundo autocontrol, midiendo el cuándo, cómo y por qué.
Miguel Illescas cuenta en una ilustrativa anécdota cómo Kaspárov, después de ganarle una partida, le comentó que estaba especialmente preparado para contrarrestar ciertas jugadas suyas porque las había estudiado ¡tres años antes! Cuando se trata de maestros disciplinados y estudiosos, la expresión “dominio profundo” adquiere un sentido especial.
:: La técnica por sí misma no es suficiente, ni tampoco los conocimientos. Además de ambos elementos es preciso tener carácter. Esto parece ser una consecuencia de los tres puntos anteriores, es decir, que una persona con carácter suele, además, tener muy entrenada la disciplina y voluntad, a la que se tienen que añadir otros atributos.
:: El talento no es nada sin autoconocimiento y trabajo duro. El primer punto que defiende Miguel, y que comparto y sobre el que ya he escrito, es que todos tenemos algún talento. Nuestro sistema educativo, para que de verdad cree un impacto duradero en nosotros, ha de centrarse en descubrir nuestros talentos individuales y desarrollarlos, tesis que también defiende Ken Robinson en “El Elemento”, y que en el ajedrez (y en la empresa o en cualquiera de nuestras profesiones) adquiere una relevancia fundamental.
Los rivales estudiarán nuestras debilidades, y las usarán para derrotarnos. Tenemos que conocer de la forma más objetiva posible nuestros puntos fuertes y débiles, y saber responder a los potenciales ataques sobre nuestros puntos débiles. Para Miguel Illescas, la ecuación clave es:
talento + trabajo = éxito.
:: Trabaja con los dos cerebros. Miguel resalta una idea que, por cierto, también expone Daniel Pink en su libro “Una nueva mente”. Estamos acostumbrados a asociar el ajedrez a la inteligencia racional, a la lógica, al lado del cerebro (el izquierdo) menos creativo. En cambio, Miguel nos explica cómo esto no es así. Aunque por supuesto que necesitamos el pensamiento racional, lógico y analítico, la excelencia en el ajedrez sólo llega si a ello le añadimos la creatividad y la intuición, las habilidades que mejor desarrolla el lado derecho del cerebro.
La clave está en trabajar fuertemente en ambos frentes. Y ésa es también la idea de Daniel Pink, al que cito textualmente: “Entramos en una nueva era de pensar diferente donde se premian aptitudes de ‘concepto elevado’ como la capacidad de reconocer patrones y oportunidades, crear belleza artística y sentimientos, entender las sutilezas de las relaciones humanas, encontrar la alegría en uno mismo y despertarla en los demás y abrirse más allá de lo cotidiano en busca de un propósito y un sentido. [...] El hemisferio derecho es no lineal, intuitivo y holístico y es lo que te permite cultivar esas aptitudes de concepto elevado”.
:: El ajedrez va de valores. Los que han leído sobre mi culto a Gary Hamelconocen mi obsesión por recuperar y trabajar los valores. En el ajedrez los valores supremos para alcanzar la excelencia son, según Miguel Illescas, el respeto, la honestidad, la responsabilidad y la perseverancia.
… El respeto, porque es imprescindible aceptar las reglas, aceptar las derrotas y respetar a quien tienes enfrente pero, sobre todo, a ti mismo.
… La honestidad, porque no hay cabida para las trampas ni para la hipocresía. El ajedrez te permite entrenar la honestidad contigo mismo.
… La responsabilidad, porque en el ajedrez el azar es casi inexistente; se trata de un trabajo individual, en el cual has de asumir tú solo los éxitos y los fracasos.
… Y la perseverancia, conectada con la disciplina y la voluntad, porque si no insistes y te rindes, no podrás crecer.
:: La dificultad de elegir. Una partida genera posibilidades casi infinitas. ¿Qué camino elegir? No es una cuestión de cantidad. Lo realmente importante es la calidad del análisis; y eso se logra entrenando la mente para rechazar de forma inconsciente la mayoría de las opciones. A ello hay unir la capacidad para trazar estrategias y evitar algo demoledor: la caída en el ‘modo pánico’, que es el colapso que sufres al no saber qué hacer entre la gran cantidad de opciones, y en el que corres el peligro de “mover ficha” sin haber analizado apropiadamente la situación.
A elegir también se aprende, y el ajedrez es un claro ejemplo. Y para ello es clave una alta capacidad de concentración -foco-, confianza para no estar repasando una y otra vez todas las opciones y agotarse; creatividad para buscar soluciones y conectar puntos y patrones y una alta capacidad para eliminar. Me gusta la técnica que describe Miguel de eliminar lo que no te convence y quedarte con las opciones realmente importantes. Se trata de reducir la complejidad y focalizar los esfuerzos.
9.- La estrategia y la táctica no son iguales. “La estrategia tiene que ver con la sosegada planificación a largo plazo, en contraposición con la táctica, que conecta con la agitada acción del día a día”. Si en nuestra carrera profesional o en nuestras empresas reina la rutina, nos escapamos de una estrategia, de un propósito mayor y la calidad de nuestras decisiones estarán más motivadas por urgencias imprevistas que por un recorrido de largo plazo. Toda estrategia tiene unas pautas muy concretas:
.. Se precisa disponer de información relevante en un marco adecuado, es decir, ordenada, clasificada y de fácil acceso para ser evaluada.
.. El siguiente paso requiere que esa información sea evaluada y analizada para tener una profunda comprensión de la misma.
.. Y, a partir de esa comprensión, se van tejiendo narrativas lógicas y evaluaciones que te permitan trazar una estrategia para alcanzar unos objetivos, con unas actuaciones trazadas en el tiempo.
10.- No existe el plan perfecto, así que dale cabida a la innovación y la flexibilidad. Una estrategia, como hemos dicho en Sintetia, no es una Biblia. Miguel añade: “nadie conoce el plan perfecto”. Una vez más, hay un amplio margen para atributos -también del lado derecho del cerebro- que son fundamentales como: la anticipación, flexibilidad y capacidad de adaptación de forma rápida a las circunstancias que cambian.
.. La anticipación porque, como dice Miguel, citando al propio Sun Tzu: “El que mejor resuelve las dificultades es quien las resuelve antes de que surjan”.
.. La flexibilidad hace referencia a que la estrategia es “un conjunto y una cadena de planes, sometidos a constante evaluación”. Cada movimiento del rival -del mercado, de la competencia, de los cambios regulatorios- aporta una gran información de la cual has de aprender. Incorporar de forma dinámica información nueva, evaluarla y re-configurar los planes es algo que hay que entrenar de forma muy contundente.
… No hay tiempo para el descanso y para los planes pre-establecidos, y de ahí que haya que desarrollar una gran capacidad de adaptación; como diría Steve Jobs, “leer los renglones de textos que aún no están escritos”. Y para esa adaptación se requiere de audacia, rapidezy capacidades analíticas para aprender de los errores y poder construir sobre ellos.
Todas estas ideas tienen una gran conexión, como se puede observar, con el mundo de la empresa. Me gustaría concluir con una anécdota concreta que sintetiza lo que me ha enseñado este libro de Miguel Illescas. Ocurrió en una reunión con un “selecto” grupo de empresas punteras en I+D y tecnología. Un directivo, a punto de jubilarse, que representaba a una potente multinacional nos dio una gran lección. Fue justo en el momento en el que un joven consultor, también de otra gran firma, nos decía que España tenía un serio problema porque sus empresas no invertían en I+D. Antes de pasar al siguiente punto, el hombre levantó la mano y cortó de lleno al joven, diciéndole:
“Siempre decís lo mismo, que las empresas no invierten en innovación. Pero nunca os preguntáis por qué, ni mucho menos habláis de lo que hay que hacer para que esto ocurra. Tendéis a pensar en que la solución es más dinero y cambios sutiles en las convocatorias, pero no funciona. No mejoramos en nuestros resultados. En cambio, me gustaría compartir con vosotros una reflexión en voz alta -en ese momento era el centro de atención de los más de 30 directivos que había en aquella sala:
Cuando acudo a la consulta de un doctor, me habla de los nuevos estudios, observo que maneja libros, revistas científicas y las domina con soltura. Si tengo un problema legal, observo que nuestros abogados están constantemente leyendo, y dominan las novedades y sus implicaciones, estudiando los cambios y perfeccionando su conocimiento. Nuestros ingenieros, repartidos por el mundo, estudian con sumo detalle cada problema al que se enfrentan consultando estudios. Muchos de ellos están en la vanguardia y en revistas científicas.
Pero, ¿y los empresarios? Cuando me reúno con algún empresario, y lo hago a menudo, no encuentro ningún libro en su despacho, y alguno hasta se vanagloria de ello. Tenemos empresarios muy poco formados, con muy poca motivación para estar al día, por saber lo que pasa en el mundo, por cultivar y destinar fuerzas a mejorar lo que sabe y para aprender constantemente.
Ahí está el problema, y esos empresarios mandan mucho, deciden muchas cosas, y no premian ese esfuerzo por saber, conocer y mejorar. Y sin eso no hay innovación. No habrá innovación sin estrategia y sin entrenamiento”.
Tras leer el libro de Miguel Illescas me acordé de aquella escena y de aquel señor, porque en realidad tenía un mucha razón. Decidir bien, cultivar la voluntad y la disciplina y tener una gran capacidad analítica pero conectada con la creatividad, es algo que se tiene que trabajar de forma muy constante. Por eso necesitamos un “jaque mate” en los despachos, una nueva forma de hacer las cosas.
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